martes, 17 de diciembre de 2013

La navidad (y sus colaterales)


La navidad ni me gusta ni me disgusta, tras haber pasado por todos los dos estados emocionales más conocidos que ella conlleva (me encanta, no la soporto, que deprimentes, ojalá no existieran) hace años que decidí aceptarlas como lo que son, una fiestas de carácter religioso que sirven de vacaciones para los currantes ateos o no.
No recuerdo muy bien mis navidades de pequeña, imagino que familiares, si recuerdo muy bien las de mi adolescencia en el pueblo, era costumbre que las pandillas alquiláramos un local y nos encontráramos allí tras las cenas del 24 y el 31 y pasáramos las tardes que transcurrían en vacaciones, algunas veces pasaban nuestros padres por allí y también era habitual que visitáramos a otras pandillas en sus locales y ellos nos devolvieran la visita, en muchas de estas reuniones fuero las primeras borracheras, los primeros porros y ¿cómo no? los primeros besos y achuchones. También era tradición que el día 1 de enero, si apenas dormir, nos fuéramos a comer al campo y luego a coger palmitos, sí, los primeros palmitos de la temporada (al puente), los de Gibraleón me entienden.
Al ir creciendo las cosas fueron cambiando, mis padres se separaron, comíamos con la familia, nos juntábamos con los primos  y bailábamos toda la noche, el día de navidad tocaba comer con la parte paterna de la familia y entonces ya no parecían tan bonitas las fiestas, ya más adelante y más mayor, la llegada de estas fechas consistían en comer y beber, sobre todo beber, con todos lo que te invitarán, una ahogo en alcohol constante, pero eso son cosas de la edad y cuando llegaba la hora de cenar estás tan harto que todo se te hace un mundo, ni ganas de salir.
La cosa cambia de verdad cuando vuelve a haber niños pequeños en la familia, entonces como que la navidad vuelve a no ser tan pesada. Y ni hablar de la nochevieja, muchas de ellas disfrutadas con amigos hasta el amanecer  y  algunas con novio y que he pasado en Sevilla, Lisboa, Oporto, Roma, en fin, todo los que las hace diferente y seguidas con todos los rituales, ropa interior roja, escribir deseos en un papel y pisarlo, quemar lo malo del año que se acaba, en fin…
Ahora todo es diferente, hace muchos años decidí no asistir a comidas navideñas en el trabajo, no me siento comprometida con ellas, no las necesito y sobre todo no soporto que los jefes beban y quieran hacerte ver que todos somos iguales, porque no, no lo somos, y además no voy a sonreír solo porque es políticamente correcto a quien es un mal compañero. Tampoco acepto invitaciones, ninguna y así no me veo obligada a quedar ni bien ni  mal con nadie y mi cuerpo lo agradece, el alcohol no es tan bueno a los 49 como a los 30, que empieza a ser un horror. Solo voy a una comida con mis amigos, algo que también suelo hacer durante el año y si por espíritu navideño se entiende comer la familia junta, pues en mi casa somos muy de comer juntos los domingos, sobre todo en invierno. Comer, beber, bailar y tocarse es un placer muy grande como para compartirlo con quienes no te gustan.

No me siento obligada a ser mejor ni peor en estas fechas que durante el resto del año. No hago repaso del año que se va, porque día adía trato de quedarme con lo mejor, que a veces es mucho, a veces poco y a veces nada. No hago propósitos de año nuevo porque el día a día te enseña que no hacer planes es lo mejor.  Todo esto es algo que se aprende con el tiempo. Como se aprende a mantener la compostura y la impostura, prefiriendo siempre, con mucho, esta última.
Me gusta mucho ver las calles llenas de gente, pero no me gusta el consumismo desaforado, y si no lo practicas durante el año, tampoco lo harás en estos días, me gustan los dulces que traen estas fechas y también los reencuentros que no son fáciles el resto del año, no extraño a nadie que no extrañe el resto del año y no tengo presente a nadie que no esté el resto del año, no ejerzo solidaridad que no ejerza el resto del año y viceversa e intento no dejarme llevar por la melancolía. Me produce una profunda envidia quienes pasan las navidades al sol y algún día yo lo conseguiré.
Me tomo el día de navidad como el día perfecto para no salir de la cama, no como los sábados y domingos que tienes que salir para ir a comprar el periódico (ritual mágico donde los haya) aunque finalmente una siempre sale de la cama. Desde hace años me gusta ir a dar un paseo a la playa el último día del año, empezar a leer un libro el primero y salir a caminar mientras la ciudad duerme.
Eso sí, me declaro creyente en los reyes magos, es el día que más me gusta de toda la navidad, me gusta el ritual de verlos llegar, de estirar las manos para coger caramelos y de echarme al suelo por la misma razón cual niño pequeño, a veces los reyes no me dejan nada y llenan la casa de regalos para mis sobrinos, pero eso no es razón para que yo deje de creer en ellos. 
Para terminar os contaré que tengo una fantasía sobre como celebrar el paso de un año a otro, pero hasta que no se haga realidad, no la contaré, por lo que pueda pasar.
No sé muy bien en que consiste la navidad, pero me gusta pensar que consiste en amar, viajar, sonreír y descansar, en vivir, como el resto del año. Que cada quien la viva como guste y si son felices, mejor que mejor. Es una pura contradicción, como la vida misma.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Adios noviembre


 Noviembre es el mes que trae el cumpleaños de dos de mis hermanos, las tardes más corta, el frío, pero sobre todo es el mes que trae a Huelva el Festival de Cine Iberoamericano.

La fiesta, la semana feliz, los reencuentros, los intercambios, los abrazos, los acentos, los sabores, los olores, los colores, las discusiones, la vida de uno y otro lado del río. La vida.

He podido leer estos días cosas así:

“Tendrían que quitar el festival, sus películas cuentan historias que no tienen que ver con nosotros”. Como si el amor, el desamor, el trabajo mál pagado, las revoluciones ganadas o perdidas, la corrupción, la soledad, el desamparo, la alegría, la tristeza, la lucha, la educación o la falta de ella, los triunfos, el pasado, el presente, el futuro y la esperanza no fueran lugares comunes.

“Deberían gastar el dinero en ayudar a la gente”. Abonado el terreno para que la cultura se convierta en un artículo de lujo y en algo absolutamente necesario para dejar de ser personas, hay quien piensa que sin cultura se viviría y comería mejor.

“El festival no interesa a nadie”. Supongo que la asistencia de 28.391 personas (desde niños a mayores) a las salas de cine (bastante más que al estadio colombino) durante una semana sin importar el frío, sin saber que iban a encontrar en las pantallas, y gastando 3 euros no significa nada.

Más también he podido escuchar cosas así:

“Ustedes no saben lo que significa este festival para nosotros”. Directores, productores, actores y actrices de México, Perú, Argentina, Portugal, Colombia, Brasil, Chile, Venezuela, Cuba, España se emocionan al contarnos esto. Ellos traen sus obras al festival como los que van a ganar un Óscar, de hecho, no sería la primera vez que una película premiada y/o estrenada en Huelva se hace con un Óscar.

“Una vez que vienes, ya no quieres dejar de venir”. Sí, esto también lo dicen, no vienen a hoteles de 5 estrellas, no van a restaurantes Michelín, no se encierran en clubes privados, los llevan todo el día del tingo al tango, y sí, una vez que vienes, ya no quieres dejar de venir.

“Muchas gracias al festival, a Huelva y a su gente”. Huelva, que probablemente sea una de las ciudades más feas del planeta, tiene, además de luz, una capacidad infinita de acoger a quienes vienen de fuera con una amabilidad que sobrepasa con mucho a otros lugares. Huelva es ese lugar al que es difícil llegar, pero al que siempre quieres volver.

Y añado, el festival se empeña en enseñar a los niños a ver cine, en poner películas que visibilizan a colectivos hasta hace poco escondidos, se expande por distintos puntos de la ciudad y  sobre todo acerca el cine a la cárcel, que es un lugar donde se sueña con la libertad.

Este año he tenido la suerte de asistir en el centro penitenciario de Huelva al coloquio entre los presos y representantes de la película emitida ese día, en este caso fue la mexicana Workers y tuvimos la suerte de acompañar a una de sus protagonistas Susana Salazar. Ha sido una gran experiencia, no solo por el desasosiego que supone sentir que para traspasar una puerta, otra se cierra a tus espaldas, sino porque los habitantes de ese lugar, visten sus mejores galas esos días y además preguntan y comentan con una libertad de la que carecen muchos de los periodistas hoy en día.

39 ediciones de festival no son pocas, son muchas, teniendo en cuenta lo efímero que es todo hoy en día, dudo que Huelva existan muchos más eventos (culturales o no) que puedan presumir de tanta solera, pero Huelva a veces es más de presumir de no tener  o no poder, que de celebrar lo que tiene. Son muchas, pero son pocas, porque queremos más.

Pero el festival no es solo la gente que viene, también es la gente que durante  todo el año trabaja para que todo salga bien, empezando por su incansable director Eduardo Trías. La 39 edición se marchó y yo aún la extraño, espero la 40 como quien espera lo que la hace feliz.  Quería contarlo antes que noviembre acabara. Larga vida al festival.


Pd.: En la foto, mis imprescindibles amigas festivaleras, Adela y Begoña con Susana Salarzar durante la visita a la cárcel y el premio que entregan los presos, la llave de la libertad.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Ciegos


"Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran" José Saramago en Ensayo sobre la ceguera

Yo soy miope, muy miope, si alguien no lo sabía y se preguntaba el porqué  de mi especial mirada, esta es la respuesta, los miopes miramos diferente. Pero esto no es lo que quería contar.
Hace un mes me cambiaron las lentillas, no es solo la miopía, ahora también es estigmatismo, y como no me han ido bien, he tenido que probar otras, para eso, he tenido que volver a pasar por las mediciones oculares pertinente, un día con las lentillas puestas y otro día sin ellas.  El día que tuve que ir sin ellas fue el viernes, y claro, con las calles llenas de gente (muchas conocidas) no iba yo a salir de mi casa con las gafas (que uso cuando me quito las lentillas), vanidad, coquetería, podéis llamarlo como queráis.
Así que casi a ciegas me aventuré a ir a la óptica y luego, aprovechando, a hacer unos recados. Caminaba por la calle y solo iba viendo lo que tenía muy,  muy delante,  reconocí a la gente conocida cuando casi la tenía encima, el muñeco de los semáforos parecía estar siempre parado, y lo escuchaba todo más potente, ya que al casi no ver no me quedaba más opción que oír, porque de oído estoy estupenda, tanto que no me gusta gritar y prefiero un tono bajo en casi todos los sonidos, al extremo que todos me dicen “yo no sé cómo no te quedas sorda”. También volví a ejercitar el tacto, que yo siempre he sido de mucho tocar, pero una  vez alguien me dijo que tantos tocamientos podían malinterpretarse y desde entonces lo pienso antes de hacerlo.
Y mientras llegaba a la óptica y luego salía y seguía caminando pensaba, qué cosa tan triste esa de no poder ver, cuando piensas que lo has visto todo, que grande son los ciegos que sin ver, ven siempre más y mejor que quienes no lo somos, que cosa tan triste que quien pudiendo ver, no mira.
Y me acordaba, como muchas otras veces, de como solemos utilizar cualquier minusvalía física y la ceguera lo es (abro paréntesis para contar que el día que el oculista me dijo esto, casi estuve a punto de pegarle, solemos pensar siempre que los minusválidos son los otros, aquellos cuya minusvalía se ve), y llamamos a manera de insulto ciego a quien no ve las cosas como nosotros las vemos.
Quizás, al igual que en la novela de Saramago, todos deberíamos experimentar una ceguera física momentánea, nos daría la verdadera talla de lo que somos, de lo que tenemos y de lo que nos estamos dejando quitar, que es casi todo, por acción u omisión.
No diré que fue una experiencia agradable, me hizo sentir expuesta, un poco perdida, al no estar entrenada para utilizar otros sentidos, vulnerable, insegura de tener que explicar “mira, no es que no quiera saludarte, es que no veo un carajo”, y un poco niña al tener que ir cuidando los pasos y descubriendo cosas que daba por sabida. No diré que fue una experiencia desagradable, me obligó a ser más fuerte, a reconocer mis otros sentidos y valorar mucho más lo importante que es ver y sobre todo, mirar.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Mis motivos para la huelga general del 24 de octubre (algunos)


“La educación no cambia el mundo. La educación cambia a las personas y la personas cambian el mundo” Paulo Freire

Porque la educación nos hace libres.
Porque no tengo hijos pero tengo sobrinos y mis amigos y amigas también.Porque trabajo en una universidad pública con especial énfasis en la cooperación con Latinoamérica y el norte de África.
Porque con una buena educación estaremos preparados para elegir y no será necesario prohibir.
Porque no quiero que se usen las minusvalías psíquicas o físicas para insultar y descalificar.
Porque no quiero que se usen las opciones sexuales de las personas para insultar y descalificar.
Porque no quiero que se usen la nacionalidad y/o el color de la piel para insultar y descalificar.
Porque no quiero que una persona con una buena situación económica en su familia tenga más oportunidades que una persona con une economía peor.
Porque creo en la igualdad de oportunidades y eso se aprende estudiando.
Porque quiero una escuela y una universidad pública y laica.
Porque quiero una universidad que no busque caridad en donantes, quiero una universidad que busque fondos públicos para formar a buenos profesionales.
Porque no quiero que la formación profesional sea la educación de pobres que no pueden pagarse la universidad.
Porque no  quiero una universidad donde se enseñe a competir, quiero que se enseñen valores para convivir y compartir.
Porque no quiero una universidad donde los estudiantes sean clientes y luego mano de obra sin capacidad para pensar.
Porque no quiero un mundo sin pedagogía que nos pueda ayudar a entender, a encontrar respuestas y seguir haciendo preguntas.
Porque en la educación pública está nuestro pasado para aprender, nuestro presente para luchar y nuestro futuro para sembrar.
Nos sobran motivos para hacer una huelga general en la educación, porque el saber no ocupa lugar.

miércoles, 16 de octubre de 2013

La cultura, la libertad y la ternura

De sus títulos
"El evangelio según Saramago"
"De este mundo y el otro" me hablas, y en "una balsa de piedra" hacemos ·el viaje del elefante", a "la tierra del pecado", en "la caverna" donde "los cinco sentidos" se hacen uno. ciego, con la lucidez expuesta en "las intermitencias de la muerte", "todos los nombres" vienen a mi mente y creo estés en mi "isla desconocida"he llegado sonriente, "levantado del suelo" y sintiendo "posiblemente alegría" !!
Obrigado D. José. Gracias por tu legado.Carmen



Con este texto de una reclusa de la cárcel de Huelva, llamada Carmen, se ha iniciado este año la segunda edición del Aula José Saramago que se lleva a cabo en la biblioteca provincial de Huelva y la biblioteca Vicente Campinas de Vila Real de Santo Antonio de Portugal. 

Tuve la suerte de participar en la primera edición celebrada entre noviembre de 2012 y mayo de 2013. En este aula, además de encontrarnos lectores de Saramago que de otra manera jamás nos habríamos encontrado, a uno y otro lado de la frontera, leímos y releímos mucho su obra, tan necesaria en los tiempos que corren, discutimos y debatimos acaloradamente, porque cada uno tiene una libre interpretación y hasta paseamos juntos, españoles y portugueses por lugares que aparecen en sus novelas, dando por clausurado el curso en la Fundación Jose Sramago, en la Casa dos Bicos en Lisboa.

La novedad este año ha sido abrir el taller a los habitantes de la prisión de Huelva que han acogido la iniciativa con toda la pasión que debía esperar, los libros siempre son una puerta a la libertad y no hay que olvidar, que quienes allí se encuentran cumpliendo condena, son nuestros vecinos, aunque no siempre sean vecinos agradables.

Durante la primera sesión, llevada a cabo el pasado lunes 14 de octubre, Carmen, participante del taller en la prisión, nos hizo llegar mediante del ideólogo y culpable de esta gran idea, Diego Mesa, este texto que ella llamó:

A la gente de la calle
Creaste con la palabra, reinventando las texturas nos legaste con tus obras un pilar a la cultura.
A mirar dentro me enseñas, a descubrir las señales que se esconden en mi alma y por la boca me salen.
Contra el viento y la marea proclamaste tus creencias defendiendo las ideas de los hombres y la ciencia.
Bajo tus bellos poemas, novelas y manuales está el reflejo de un mundo con sombras y despertares.
Tras su mirada profunda guarda el misterio del mago y así lo muestra la historia del ilustre Saramago.


 Participar en este aula es una gran ocasión para el reencuentro, personal y literario. Estoy segura que Jose Saramago está encantado con esta iniciativa en la que le habría gustado participar. Las cárceles deben ser lugares de los que se salga siendo mejor persona que cuando se entra. La cultura es una de las llaves de la libertad.

lunes, 7 de octubre de 2013

Barrios


Esas casas siempre habían estado ahí. Eran viejas, grandes, amplias. El lugar donde estaban ubicadas es el centro geográfico de Huelva, aunque hace apenas cuarenta años era el lugar donde acababa la ciudad.
Podríamos decir que son casas señoriales, los ricos siempre viven en el centro o en las afueras, nunca en barrios. Es una zona con encanto, no exenta de locura, por algo allí estuvo ubicado muchos años un manicomio llamado “La Morana”; y sí, era un manicomio, no un psiquiátrico, o un centro de recuperación, un manicomio.
Y más allá un cementerio, pequeño, que ya no existe. Podría parecer aterrador vivir allí, pero no, hay fantasmas que a veces acompañan.
Eran unas pocas  casas de planta baja y alta, con suelos de esos azulejos grandes y artísticos que ya no se hacen y que no se gastan por mucho uso que les des. Todas tienen un patio, muchas habitaciones, cocinas grandes, doblaos *, grandes ventanas de hierros altos que te permitían estar todo el tiempo al cabo de la calle.
Hasta hace unos años, había una peluquería; la dueña siempre estaba ejemplar con su pelo cardado y el espacio lleno de un fuerte olor a laca, de esa que podía acabar con la capa de ozono en unos minutos. Pero era agradable ir, nada más verte, la señora decía “ya se a lo que tu vienes” era barata, siempre contaba anécdotas y cuando salías, te sentías la más guapa del barrio. Ante el riesgo de derrumbe, la peluquería cerró. De haberse derrumbado con nosotras dentro, hubiéramos sido unas muertas bellísimas.
También había una joyería, una de las primeras tiendas en vender relojes caros en Huelva, cerró y se detuvo el tiempo. Los habitantes de esas casas desaparecieron hace tiempo; se quedaron vacías. Años después, empezaron a llegar nuevos vecinos, ocupas los llaman, españoles, africanos, latinoamericanos. Han hecho de las casas su hogar, roban la electricidad y no sé como hacen con el agua, pero es habitual verlos limpiando las puertas en las mañana temprano tan ricamente, en las tardes se suelen sentar en la puerta, a ver la vida pasar.
Durante la pasada Eurocopa, colgaron una bandera de España en los balcones de cada casa, y pensé, mira el país se desentiende de ellos, pero ellos se sienten país.

Ahora el ayuntamiento ha derribado las casas, no las ha  rehabilitado, no, las ha derribado  y no me sorprende, este ayuntamiento es especialista en acabar con la historia de esta ciudad. Pero a mi me gustaban esos vecinos, mucho, aunque a veces sus gustos musicales no coincidían con los míos. 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Jorge


Conocí a Jorge en La Habana, durante mis últimas vacaciones allí, en septiembre de 2009 me alojé en su casa, pero esto no es excepcional, ya él tenía alojada allí a una amiga y a su hijo, que por circunstancias de la vida, se habían quedado sin un lugar para vivir. Y no solo me alojé en su casa, para que yo estuviera más cómoda, durante esos días él se iba a dormir a casa de su novia, aunque creo que yo era la excusa, Jorge estaba por irse a Miami y quería pasar todo el tiempo posible con ella  ¿quién no lo haría?
Jorge era alegre, vital, trabajaba de  realizador en  televisión, un tipo preparado, trabajador,  honesto, un buen padre, un buen amigo, un buen senderista, conocía toda la isla como la palma de su mano, un hombre solidario y comprometido, una  de las personas que yo he conocido que más sabe de música y mira que eso en Cuba es complicado porque había y hay mucha música prohibida,  pero  sabía y compartía. Jorge  amaba su trabajo, solo que en La Habana no daba más de sí, la falta de libertad lo ahogaba, el anhelo de presente  (para él) y futuro (para su hijo), el que no se tuvieran en cuenta sus iniciativas, que le dijeran que sí y que no tenía que hacer, por eso quería irse, porque no podía avanzar.
Y sí, Jorge era un cubano de verdad que había decidido irse a Miami, uno más, si no lo había hecho antes, su madre ya andaba allá, es porque tenía un hijo pequeño y no quería separarse de él. Y tras un mundo de papeleo burocrático, consiguió su permiso para salir, sabiendo que por las leyes cubanas, en mucho tiempo no podría volver, afortunadamente estas se relajaron y puedo volver a ver a su hijo y a su novia.
Jorge se estableció en Miami en casa de sus familiares, como muchos otros y empezó a trabajar en cualquier cosa, como muchos otros y un día decidió marcharse a Kentucky a probar fortuna. Estando allí le diagnosticaron leucemia y se regresó  con su familia a la pequeña Cuba, pues económicamente era imposible atender su enfermedad y sostener su estancia en la nueva ciudad. Su familia lo cuidó y a mediados del año 2012 pareció que se recuperaba y quería volver a buscar trabajo.
Con Jorgito, como yo lo llamaba, nos escribíamos todas las semanas y hablábamos una vez al mes, eso sí, cada mañana que yo amanecía, en mi página de inicio de Facebook tenía su toque, cuando amanecía él tenía el mío, sé que parece una estupidez, pero a mí eso me hacía saber que seguía ahí, que estaba cerca. Recuerdo que muchas veces le decía “mira que no me gusta Miami, pero tú eres una razón para ir, voy a buscar billete” y siempre me decías “mira Mari, ahora no vengas, yo no tengo donde recibirte, ya sabes que vivo con mi madre” y yo le replicaba “no importa, siempre hay buenas ofertas de vuelo más hotel” y se enfadaba y respondía “¿cómo vas a venir a Miami y te vas a quedar en un hotel?  eso ni lo pienses, además pienso ir a visitarte pronto” así era él. Aprendimos a querernos a pesar de la distancia o quizás por la distancia. Era mi amigo.
Otra vez me dijo que había escrito un libro (la hoja y la tormenta se llama)  y que sí yo podía imprimirlo y enviarlo a una editorial, le dije que sí, que me haría mucha ilusión y fantaseábamos con que cuando se hiciera famoso como escritor yo sería su representante y viajaríamos por todo el mundo. Jorge escribía bien, la novela la rechazaron, pero él estaba contento de haberlo intentado y yo feliz de haber sido intermediaria.
Hace unos días dejé de tener noticias de él, y pronto supe que estaba de nuevo en el hospital, no podía hablar con él pero le enviaba mensajes de ánimo y amor, una vez me dijo que debería ponerme con una bola en una tienda de campaña, porque era medio bruja, yo me reía, pero debe ser así, porque hace dos noches, mientras él se iba, yo apenas conseguí dormir.
Siempre terminaba sus correos dándome las gracias por darle un trocito de mi corazón, que eso lo hacía considerarse afortunado cuando la afortunada he sido yo,  aun cuando me sienta enfadada con él por haberse ido y romperme el corazón.
Te has ido demasiado pronto, con muchas cosas por hacer y  sin decir adiós así que quiero pensar que por ahí estás. Querías siempre ser libre, espero  que ahora sí.

martes, 3 de septiembre de 2013

Septiembre



Septiembre a veces suena a resignación y otras a resurrección.
Resignación entre quienes acaban sus vacaciones, quienes regresan a un trabajo que no les gusta, quienes dicen volver a la rutina, quienes tienen que dejar a sus hijos al colegio, quienes tienen que despedirse de un amor de verano.
Resurrección porque hay quienes regresan a un trabajo que los hace sentirse bien,  hay quienes la rutina le parece una fiesta, quienes celebran que sus hijos empiecen a desenvolverse fuera del hábitat familiar,  quienes prolongan el amor de verano.
Septiembre es uno de mis meses favoritos, es el mejor mes del verano junto con el de octubre. Porque es el mes en el que el verano no se aglomera, puedes disfrutar de la playa sin intrusos, puedes disfrutar de la vuelta a la ciudad de los intrusos, puedes alargar las tardes aunque se haga de noche más pronto porque el calor te permite ir ligerita de ropa, puedes ver amanecer mientras camina rumbo al trabajo. Puedes sonreír a la adversidad  y la novedad, a la rutina y al movimiento, a las olas y los días nublados.
Durante muchos años he disfrutado de mis vacaciones en septiembre,  porque me gusta disfrutar del verano en Huelva, son las ventajas de vivir cerca del mar, y nunca busco mar para vacacionar, soy más de piedras y museos, aunque hubo un tiempo que era más de campamentos solidarios. Y septiembre para viajar es mucho mejor, no hay tantas aglomeraciones, es más barato y si la intención es viajar a Latinoamérica, septiembre es primavera.
Septiembre no es el principio ni el fin, septiembre es la continuación, quizás debamos aprender a vivir sin el sobresalto continuo de tener que vivirlo como el principio o el final de algo, sin la rutina anual de hacer todo tipo de planes que solo nos traerá frustración. Septiembre es un mes cálido, que es lo mejor que se puede ser y hay que dejarse abrazar. Un mes para  seguir caminando., para seguir sonriendo, para seguir disfrutando y viviendo.
A mi septiembre me sabe a viajes, a revolución, a música, a independencia, a encuentro, a letras, a besos. Septiembre me sabe a besos. Con b de septiembre.



lunes, 8 de julio de 2013

La vida

La vida es lo que sucede desde que te levantas a las 6,30 de la mañana, desayunas oyendo un tema de Nine Inch Nails porque es mejor que las noticias de la radio. Estrenas un vestido heredado y te pintas la raya de los ojos, sales a la calle, donde apenas hay nadie y sientes el frescor de la mañana.
Llegas al trabajo y peleas porque ya está el aire acondicionado encendido.Ves muchas caras nuevas, empiezan los cursos de verano y siempre hay gente guapa que vez por primera vez y gente guapa que querías volver a ver. Almuerzas un gazpacho fresquito y una alumna peruana que ha vuelto a La Rábida, te regala un árbol de la buena suerte. Cada color representa una cosa buena, "ojalá te sirva" dice Nancy.
dedicas la tarde en el trabajo a dar buenas noticias en forma de becas de estudios, sales de trabajar a las 6,30 de la tarde y esperas durante media hora un bus que te devuelva a la ciudad..
Agotada, pero habías prometido a tus sobrinos llevarlos al cine, aún así te da tiempo a tomar un café. En el cine te encuentras con gente de tu pueblo que hace años no ves y te das cuenta que todos hemos cambiado y que algunas cosas no son eternas.
Recibes un correo no esperado y contestas rapidamente porque te has enamorado de como utiliza las palabras la persona que escribe. 
Te dan ganas de bailar con Village People que suena al final de Gru, mi villano favorito 2 y al salir del cine, el sol parece que no se quiere ir.
Te acercas a él y lo capturas con tu cámara, sabes que esa noche dormirás abrazada a una puesta de sol, de un color cercano al rojo pasión. Llegas a tu casa a las 10 de la noche, has perdido la cuenta de las horas que has estado fuera. La vida, pura pasión a cada paso que das.


Mañana será otro día, a ver qué.

martes, 25 de junio de 2013

Miedo (s)

El pasado viernes día 21 de junio no fui a trabajar, me pedí uno de esos pocos días de asuntos propios que nos han dejado a quienes trabajamos en la administración pública, estaba cansada, queda una recta final larga hasta que lleguen las vacaciones el próximo 31 de julio, quería reponer fuerzas, descansar, dedicarme un día ¿porqué no?.
Todas las mañanas suelo llamar a primera hora a mi madre para saber como está y hablar con mis sobrinos antes de que se vayan al cole; ese día no lo hice y a las 9 de la mañana, cuando aún dormía, mi madre llamó.
¿Qué te pasa hija, estás mala? no mamá, es que me he cogido un día de descanso, hija por dios, con lo mala que está la cosa me da miedo a ver si te van a echar, no mamá, no me van a echar, creo y lo que me da miedo es no poder ejercer los derechos que tengo, que bastantes ya nos están robando.
Y ¿a que viene contar esto? Fácil, el miedo, ese habitante que se ha instalado en nuestras vidas sin pedir  permiso ni pedir perdón. El miedo en nuestras madres, en nuestros hermanos, en nuestros amigos, en nosotros, en nuestras vidas, como si no pasara nada, y poco pasa, porque el miedo ocupa un espacio tan grande que apenas deja hueco para nada más.
Miedo a perder el trabajo, miedo a no encontrarlo, miedo a que te miren, miedo a que no te miren, miedo al hambre, miedo a la falta de dinero, miedo a no tener que comer ni conque alimentar, miedo a no tener que vestir ni con que vestir, miedo a que te dejen de hablar si dices lo que piensas, miedo a reclamar lo que nos corresponde, miedo a decir NO a lo que queremos decir No, miedo a decir SÍ a lo que queremos decir SÍ,  miedo a pensar para que no te oigan y así, una larga de listas de miedos como mecanismos perversos de control. Como si fuera miedo a la vida.
Parece que en eso consiste vivir en esta época, en no hacer, en no decir, en no pensar, en no luchar, en dejarse llevar por el miedo en forma de apatía, resignación, silencio, angustia, autorepresión. Porque así es como quieren que vivamos, agazapados, escondidos, encogidos, ausentes, porque ese el triunfo del poder y van ganando, de momento van ganado.
Curiosamente, a mi lo que me da miedo es esto, el silencio de quienes pueden hablar y no lo hacen y de quienes quieren hablar y tampoco lo hacen, la apatía de quienes no les importa lo que suceda a su alrededor como si no fuera con ellos, miedo de la resignación de los que piensan que nada tienen que perder y por lo tanto, nada por lo que luchar y la represión, la que ejercemos sobre nosotros mismos y la que ejercen sobre nosotros.
El miedo es lo contrario a la libertad y la libertad es el derecho más sagrado de que disponemos las personas, libertad que si se ejerce con derechos, se engrandece aún más.
A mi hay dos cosas que me dan miedo, el dolor y las tormentas. De todo lo demás, que tengan miedo quienes lo ejercen.
Ni que decir tiene que la persona que me ha enseñado a no tener miedo es mi madre.

domingo, 9 de junio de 2013

Dios no existe



Cuando yo era pequeña (hace mucho) e iba al colegio, en clase de religión siempre aparecía en los libros la imagen de Dios como un señor con barba, en medio de un triángulo del cual salían rayos que se suponían iban a iluminar el mundo.
Ahora ya se que Dios no existe, al menos el Dios en el que me gustaría creer, a poco nos queda el consuelo de saber que Jesús si existió, pero tampoco como nos cuentan, éste era un tipo aguerrido, comprometido, revolucionario, sin pelos en la lengua, sexy como el diablo, contradictorio como todos los seres humanos y cuyos rayos era ejemplos de palabra y vida que no tiene nada que ver con lo que la iglesia oficial nos enseña.
Pero no quiero volver a hablar de esta iglesia injusta, ella misma con sus actitudes se retrata. No se porque se me vino a la cabeza ayer esta imagen de Dios de mi infancia cuando miraba el cielo de Huelva. Quizás porque si Dios existiera, el verano sería verano y no esta mierda de tiempo que tenemos, no estaríamos todos tan decaídos, no habría tantas injusticias, si bien es cierto que muchas de las injusticias que nos suceden, las cometen los hombres en nombre de ese mismo Dios, y frente a las que no somos capaces de rebelarnos por esa maldita costumbre de la resignación cristiana que nos han metido en vena desde pequeños.
Quizás es que nos miramos mucho el ombligo, y claro, de tanto mirar para abajo, se nos ha olvidado mirar para arriba y al frente, que hacia donde hay que mirar para poder luchar. Y la naturaleza, que es sabia, nos desafía a diario no haciendo lo que estaba previsto, lo que la convierte en una valiente, quizás la única, aunque a veces deje un reguero de muerte, es probable que nos esté diciendo que ya está bien, que o despertamos o ella nos arrollará. Deberíamos aprender su idioma, que parece ser universal.
Supongo que esto es un desahogo, sí, un maldito y breve desahogo sin sentido. Para no decir lo que pienso.