Siempre he tenido una relación
especial con el agua, quizás por eso fantaseo con la idea de ser sirena. Tengo
en mi mente grabada escenas de películas como De aquí a la eternidad, donde Burt Lancaster se marcan una escena
en la playa que fue muy escandalosa en su tiempo, o a Bo Derek, saliendo
hermosa y radiante con la ropa pegada al cuerpo en ese bodrio infumable,
llamado 10 (la mujer perfecta) en
incluso esa Carmen Maura disfrutando bajo una manguera en La ley del deseo de Pedro Almodóvar.
Nunca me molestan las personas en
la playa, la playa es de todos, pero sé dónde buscar tranquilidad cuando eso es
lo que deseo; arena, mar y yo.
Y es ahí, donde puedo soñar
despierta.
Ella, durante su paseo por la
playa se ha cruzado con unos ojos oscuros que corresponden a un hombre
atractivo. Se han mirado, se han reconocido y han seguido su camino. Ella
siente su mirada en la piel y espera que él esté sintiendo lo mismo. Al volver
del paseo, ella va hacia su toalla, se quita las gafas de sol y se dispone a
adentrarse en el mar. Su cuerpo brilla del sudor. Al llegar a l orilla, el
hombre viene de vuelta, ella lo mira y camina mar adentro.
El agua no está fría, lo
suficiente para refrescar y que la piel se ponga erizada y los pezones duros,
es instintivo, no tiene nada que ver con el sexo, piensa ella. Se sumerge
varias veces, disfrutando del agua, del baño, de su cuerpo fresco, de no ver a
casi nadie alrededor.
Una de las veces que sale del
agua, su cuerpo choca con otro. El hombre. Ha entrado en el agua sin que ella
se diera cuenta. Él la mira fijamente, las pestañas, como las suyas, llenas de
agua, el pelo brillante y mojado y los ojos oscurecidos por el deseo; sin decir
nada, la toma por la cintura y la pega a su cuerpo, ella siente toda su hombría
en tensión y empieza a sentir un hormigueo entre sus piernas. Ninguno de los
dos parece tener prisa.
Coge sus piernas y las pone en
torno a su cintura, ella, por instinto, lo abraza por el cuello, se miran un
tiempo, entre ellos no pasa ni la espuma de las olas.
En cambio, el balanceo de estas,
hace que sus cuerpos se toquen y se disfruten, no es fácil mantener el
equilibrio y a pesar del agua, el roce los enciende. Él pasa una lengua por sus
labios. Como queriendo probar la sal, ella se estremece y abre su boca
queriendo atrapar su lengua, hacerla suya como si la vida dependiera de ese
instante. Mientras unos dedos recorren su espalda y sus pechos, los de ella se
enredan en su pelo, palpan su cara, bajan por el cuello, los hombros.
Las piernas de ella parecen tener
vida propia y sin querer soltar su cintura, buscan la manera de que su pene
duro encuentre el camino a casa. El hombre no parece pensar lo mismo y juega,
hace como se acerca y se aleja, ella, incluso en el agua, se siente muy
caliente, y no es la única. De pronto, el hace un trayecto con sus dedos que va
desde el cuello, bajando por el pecho, rodea los pezones erguidos y juega con
ellos, primero, uno y luego otro, levanta la cabeza, sonríe y se hunde el agua
para lamerlos con su boca, a ella se le escapa un pequeño grito de placer.
Al salir del agua ella aprovecha
para coger su pene con sus manos y si dejar de mirarlo fijamente a los ojos,
deja correr su mano, arriba, abajo, juguetea con la punta, vuelve a masajearlo,
arriba, abajo. A él se le escapa un gemido, pero ella no está dispuesta a no
jugar. Lleva sus manos sobre el cuerpo de ella, intentando controlarse. Cuando
la respiración de ambos se hace más agitada, ella lo suelta y vuelve a rodear
su cintura con las piernas. Se miran y saben que no es tiempo de seguir
jugando. Ella lo quiere dentro y él se la quiere follar.
De pronto, toma las piernas de
ella, las separa un poco de su cintura y las pone a la altura de su pene muy
duro. Entra en ella y ella enrosca las piernas en torno a su cuerpo para que no
se escape jamás, quiere quedarse a vivir ahí. Quieren quedarse a vivir ahí.
Casi sin respiración sienten que encajan perfectamente que todo está en su
lugar. Se besan apasionadamente, sus cuerpos muy pegados, por todos los lugares
donde se puede estar pegados.
Intercambiando besos empiezan a
moverse al ritmo de las olas, eso hace que ella lo sienta entrar, salir y jugar
como si estuviera en casa, mientras el sexo de ella juega a atraparlo para que
no escape. Ahora es ella, la que rodeando su cintura aún más fuerte con sus
piernas, juega a subir y bajar sobre él, como una sirena amazona. Cualquiera
que hubiera pasado por allí y los hubiera visto, habría sabido perfectamente lo
que estaba sucediendo bajo el agua.
Él la sujeta fuerte porque ya no resiste más, quiere correrse y quiera
que ella lo haga también. Cuando la tiene bien sujeta, la besa en el cuello y
empieza a moverse rápido, siente como ella contrae sus paredes vaginales
entorno a su pene de puro placer. En ese momento se encaja perfectamente y se
corre, ella lo abraza con todo su cuerpo sintiendo mucho calor por dentro.
Ambos respiran agitados, abrazados, sostenidos por las olas, pues las piernas
no responden. Se besan. Una y otra vez. Se miran y sonríen. Ambos sostienen la
cara del otro y se miran a los ojos.
Se separan, se miran, no dicen
nada. Él sigue su camino hasta su toalla, ella camina hacia su toalla. Y
duerme.