lunes, 24 de agosto de 2015

Los sin nombre

Halima, Noha, Meriem, Marwa, Jihen, Asseya, Ben, Houda, Jaouad, Elmahibba, Syrine, Marouane, Amina, Gamal, Fadhlaoui, Hassan, Mostafa, Amira, Aicha, Ismail, Kassem, Lachkar, Achref, Hicham, Eya, Ahmed, Mahdy, Achref, Moniem, Aliaa, Abdel, Amin, Kasim, Abdelhamid, Moaaz, Sherif, Mahmoud, Moaaz, Mokhtar, Sayed, Nyabi, Raey, Khadija, Mostafa, Sehaqui,  Zineb, Malek, Hammad, Malek, Soussi, Souayeh, Samaoua, Nyabi, Habib, Fadhlaoui.

No sabemos quiénes son, hasta ahora no sabíamos ni sus nombres, quizás estos tampoco sean sus nombres, quizás todos estos siguen vivos, quizás se han ahogado en el Mediterráneo, quizás han conseguido llegar a Italia, a Grecia, a Malta, quizás son los que salen en las noticias, quizás han sido apaleados por la policía en alguna frontera, quizás no son cristianos y no podrán ser acogidos en países que han dicho que solo acogerán a cristianos, quizás se estrellen contra la valla que va a levantar Hungría, quizás son los que esperan desde hace meses para cruzar el canal de la Mancha, quizás se hayan quedado atrapados en el Gurugú español, quizás son los que están separados de los turistas por unas verjas, quizás son algunos y algunas a los que se le quito el derecho a la sanidad pública, quizás sean a quienes les salen ardiendo las chabolas de nuestras ciudades y pueblos en las que malviven. Quizás seamos algunos de nosotros en un pasado no muy lejano, en un presente desastroso y en un futuro si el trabajo en este país sigue siendo precario.

Halima, Noha, Meriem, Marwa, Jihen, Asseya, Ben, Houda, Jaouad, Elmahibba, Syrine, Marouane, Amina, Gamal, Fadhlaoui, Hassan, Mostafa, Amira, Aicha, Ismail, Kassem, Lachkar, Achref, Hicham, Eya, Ahmed, Mahdy, Achref, Moniem, Aliaa, Abdel, Amin, Kasim, Abdelhamid, Moaaz, Sherif, Mahmoud, Moaaz, Mokhtar, Sayed, Nyabi, Raey, Khadija, Mostafa, Sehaqui,  Zineb, Malek, Hammad, Malek, Soussi, Souayeh, Samaoua, Nyabi, Habib, Fadhlaoui.

Y nos equivocamos, muchas de estas personas podrían ahorrarse ese calvario por el que pasan podría ser evitado, son personas que pueden pagarse un billete de avión, incluso en primera clase, pero para poder subirse a un avión necesitan una visa de entrada que en estos momentos ningún país de la Unión Europea otorga y que para conseguir exige un camino duro.

Halima, Noha, Meriem, Marwa, Jihen, Asseya, Ben, Houda, Jaouad, Elmahibba, Syrine, Marouane, Amina, Gamal, Fadhlaoui, Hassan, Mostafa, Amira, Aicha, Ismail, Kassem, Lachkar, Achref, Hicham, Eya, Ahmed, Mahdy, Achref, Moniem, Aliaa, Abdel, Amin, Kasim, Abdelhamid, Moaaz, Sherif, Mahmoud, Moaaz, Mokhtar, Sayed, Nyabi, Raey, Khadija, Mostafa, Sehaqui,  Zineb, Malek, Hammad, Malek, Soussi, Souayeh, Samaoua, Nyabi, Habib, Fadhlaoui.

Se nos da bien honrar a los muertos; los de la segunda guerra mundial, las trece rosas, los de Hiroshima, pero qué mal se nos da cuidar a los vivos. Es más fácil honrar a quien ya no puede defenderse que ayudar a quien nos necesita. Se nos da bien recordar el pasado pero no hacer un presente digno que nos honre en un futuro.Y sabemos que la mejor manera de honrar a los muertos es evitar que los vivos les suceda lo mismo que a ellos.

Halima, Noha, Meriem, Marwa, Jihen, Asseya, Ben, Houda, Jaouad, Elmahibba, Syrine, Marouane, Amina, Gamal, Fadhlaoui, Hassan, Mostafa, Amira, Aicha, Ismail, Kassem, Lachkar, Achref, Hicham, Eya, Ahmed, Mahdy, Achref, Moniem, Aliaa, Abdel, Amin, Kasim, Abdelhamid, Moaaz, Sherif, Mahmoud, Moaaz, Mokhtar, Sayed, Nyabi, Raey, Khadija, Mostafa, Sehaqui,  Zineb, Malek, Hammad, Malek, Soussi, Souayeh, Samaoua, Nyabi, Habib, Fadhlaoui.

Repitamos estos nombres dos mil quinientas veces, porque dos mil quinientas personas son las que han muerto en lo que va de año intentado llegar a Europa huyendo de las guerras en las que hemos sido y somos juez y parte. Repitamos estos nombres dos mil quinientas veces, porque son personas, como nosotros. No son plaga, ni avalancha, ni goteras, ni números. Repitamos estos nombres dos mil quinientas veces para que de verdad ejerzamos como Europa los valores que se nos presumen.  Repitamos estos nombres dos mil quinientas veces para no tener que repetirlos nunca más por nadie más. Repitamos estos nombres dos mil quinientas veces y ojalá nunca nos toque a nosotros ni a nuestros hijos. Ojalá. 

Halima, Noha, Meriem, Marwa, Jihen, Asseya, Ben, Houda, Jaouad, Elmahibba, Syrine, Marouane, Amina, Gamal, Fadhlaoui, Hassan, Mostafa, Amira, Aicha, Ismail, Kassem, Lachkar, Achref, Hicham, Eya, Ahmed, Mahdy, Achref, Moniem, Aliaa, Abdel, Amin, Kasim, Abdelhamid, Moaaz, Sherif, Mahmoud, Moaaz, Mokhtar, Sayed, Nyabi, Raey, Khadija, Mostafa, Sehaqui,  Zineb, Malek, Hammad, Malek, Soussi, Souayeh, Samaoua, Nyabi, Habib, Fadhlaoui.

Foto de la Polizia di Stato italiana


viernes, 7 de agosto de 2015

Sueños de noches de verano

En esta primera semana de vacaciones, los sueños han sido raros. A mi edad ya suelo escuchar a mi cuerpo (para dormir, descansar, comer, andar, menos follar, que está muy complicado, casi todo lo demás) así que durante un par de días he dormido desde temprano; hace años leí una entrevista a un psicólogo que decía que los primeros días de vacaciones hay que dormir todo lo que te pide el cuerpo, para saldar la deuda que tienes con él en este campo.

He ido a la playa, recordad que soy una sirena, he leído un maravilloso libro, música para feos de Lorenzo Silva y he empezado otro, el domador de leones de Camila Lackberg, el noveno de su larga saga; ya sé que no es una gran escritora, y me gusta mucho como escribe. Como cuenta los bajos fondos y miserias de la, aparentemente tranquila Suecia y no siempre hay que profundizar en las lecturas. También he comido bien y visto un par de películas de esas de cine español que están dando en la 2, creo que inconscientemente por parte de la dirección de ese ente público.

Y he tenido dos sueños raros, más bien feos. La noche del miércoles al jueves soñé que yo paría, algo que es imposible, nunca voy a parir, quizás esto se deba a que he pasado tiempo con mis sobrinos (esta semana era un poco para ellos) y también a que tengo un par de amigas embarazadas y eso me hace mucha ilusión.

Anoche fueron dos, en uno de ellos me salía una mancha en la cara y estaba a punto de morirme, quizás porque tengo una amiga que está pasando un mal momento inesperado con un familiar. En el segundo alguien me empujaba a un pozo y conseguí agarrarme al brocal y algunos de mis amigos me salvaron. A mediodía quería dormir siesta, verme en el pozo lo ha impedido, me ha rondado toda la jornada. Dicen que cuando sueñas que alguien se muere le estás dando siete años más de vida, no sé si esto es aplicable a una misma, que tampoco es el caso vivir eternamente.

Este sueño me desveló y estaba despierta a la misma hora que suena el reloj para ir a trabajar. Tras remolonear un rato en la cama decidí levantarme. Desayuné bien mientras leía los diarios e hice una tortilla de patatas para cuando viniera de la playa. Soy buena haciendo tortilla de patatas, diría que soy una buena tortillera, si no causara hilaridad cada vez que lo digo, pero lo soy. Mi abuela Pepa decía que el secreto de una buena tortilla de patatas es que las papas estén bien fritas y yo me aplico y no, no le pongo cebolla, le pongo ajos y perejil. Si te gusta la cebolla, no soy tu tipo, ni lo intentes, no hay nada que hacer.

Volví a la cama y leí un rato. Salí de ella por segunda vez y me fui a la playa; el cielo gris oscuro, poca gente y el agua a una temperatura estupenda y restos de la tormenta de la noche anterior. Anduve casi cuatro kilómetros hasta que llegué a donde quería estar. Por el camino paré en el chiringuito afortunado con el cuponazo y apenas estaban abriendo. Quería tomar café, así que seguí hasta otro chiringuito donde esperé diez minutos que me atendieran, apenas había gente y como no vinieron, me levanté y me fui. Paré en el siguiente e hice como en las películas americanas, pedí el café para llevar y se mantuvo caliente hasta que llegué a las rocas del espigón, quería tomarme el café mientras miraba llegar los barcos que venían de faenar, no se veía mucho por la niebla.

Al rato puse sobre la arena mis cosas y me di un baño, cuando volví la toalla estaba enterrada de arena levantada por el viento, no me puse crema para no parecer una croqueta. Una gaviota se posó cerca de mí, al rato se sentó y así estuvo hasta que llegó la hora de volver. Pensé hacerle una foto pero ¿quién era yo para interrumpir su tranquilidad?

Creo que ahora sé que a veces, el tiempo pasa y no se mide ni en días, ni en noches, ni en horas, ni en minutos, ni en segundos. Se mide en las palabras que no dices o no escribes. Y nunca sabrás si es lo peor o lo mejor que te puede pasar.