Para Adela y Begoña, eternas compañeras en la oscuridad de las salas y
la luz de la vida.
Una vez mi padre estuvo 12 días
en coma.
Sabía que casi todo iba a fallar,
no por que sepa más que nadie, sino porque
se veía venir, solo había que sumar dos más dos y esta vez, saldrían cuatro y
no era yo la única en hacerlo. Por el cariño y el respeto que le tengo al
festival, me prometí a mí misma no decir ni media palabra hasta que acabara.
Por dos razones, la primera, saber si estaba equivocada en la percepción y
segunda y más importante no hacer daño al festival y esto hubiera sido fácil.
Pero de eso ya se han encargado otras personas.
En concreto la dirección del
festival, que teniendo la posibilidad de mejorar la edición del pasado año lo
ha hecho aún peor y era difícil.
Podría remontarme a la
presentación de la edición de este año en Madrid, donde se llevó a cabo una
fiesta que pagamos todos los onubenses y en la que se pasearon (imagino que
cobrando) caras bonitas de las teles y Lolita Flores (con todos mis respetos a
esta mujer como artista) que finalmente no sirvió ni para salir en programas y
revistas de cotilleo, mucho menos en la prensa especializada. Siguió con la
presentación en el Festival de Cine de San Sebastián, en un bar, fuera del
entorno festivalero y con invitado especial, Montxo Armendáriz y el anuncio a
bombo y platillo que estaría en Huelva, cosa que finalmente no ha ocurrido. Más
tarde, la presentación en Sevilla, con más pena que gloria y más canapés que
medios de comunicación. La presentación en Huelva en mitad de la calle y en un
caos organizativo entre los patronos se comenta por si sola.
Podría hacer referencia al caos
organizativo del festival, abonos cobrados desde el 29 de octubre (en mi caso 20,50
euros) que al ir a recoger las entradas el pasado domingo 15 de noviembre no
estaban, ni las entradas, ni la acreditación con mi nombre que me daba acceso a
las entradas. No era el único caso, un periodista norteamericano delante de mí
tuvo el mismo problema, así como otras personas de más medios y espectadores de
la sala en general. Cuando buscabas respuestas, no las tenías.
Al hilo de esto, y al cruzarme
con el director del certamen, Pedro Castillo en la calle, le reclamé por la
situación y me dijo que eso no podía ser así, que era imposible, le dije que yo
no mentía y que respetara un festival que está hecho con el dinero de los
ciudadanos, a lo que me respondió que él había puesto más dinero que nadie en
este festival; antes mi insistencia en que me devolviera el dinero para poder
comprar las entradas me dijo que lo haría y que me reglaría y un pase, a lo que
me negué. Finalmente me señaló con el dedo diciendo que sabía de donde venía
yo, de quien era amiga en lo que podría haber interpretado como una amenaza,
cosa que no hice porque el tiempo es quien da y quita razones. La conversación
fue más larga y afortunadamente hay testigos que presenciaron la conversación y
la pérdida de papeles del susodicho. Luego he sabido estas situaciones han sido
una constante durante la semana del festival, con empleados, con periodistas
acreditados, con entidades colaboradoras y con medios de comunicación. Y para
que conste, además del abono que nunca pude usar, he pagado religiosamente
todas las entradas de las películas que he visto.
Uno de los alegatos que este
señor esgrime es que conoce muy bien los festivales más famosos, Berlín,
Venecia, Cannes; hay un refrán que dice que se coge antes a un mentiroso que a
un cojo y en este caso se adapta a la perfección. En ninguno de estos
festivales sus directores salen cada dos por tres al escenario en un afán de
protagonismo que roza la indecencia; en la gala de apertura leyó el comunicado
condenando los ataques a Francia, salió a acompañar a Belén Rueda que fue la
primera homenajeada y finalmente se colocó en el centro de la foto final de
dicha gala. Se coló en la visita a la cárcel, se coló en el escenario de la
presentación de los cortos, y se coló en la gala final, acompañando a Aitana
Sánchez Gijón y recogiendo los premios de una película mexicana de la que, por
alguna razón inexplicable, no había representación. Entiendo que esto tiene que
ver con la mediocridad. Las personas mediocres necesitan
escenarios grandes para que no se vean sus limitaciones.
El protagonista de un festival de cine siempre debe ser el cine, de él es la fiesta.
El protagonista de un festival de cine siempre debe ser el cine, de él es la fiesta.
Lo más importante de un festival
de cine son las películas; pues bien ni en eso han acertado este año. No
siempre es fácil traer buenas películas a concursar, pero es difícil traer una
selección peor que la de este año, en cualquiera de sus sesiones. Siguiendo el
orden de importancia es fundamental tener un buen equipo en comunicación; pues
bien, el pasado año había uno y este otro, con un desconocimiento absoluto delo
que hay que hacer. Sé, porque estaba allí, que el programa que hizo en directo
Radio Huelva solicitó varios invitados, todos presentes en el festival y solo
consiguieron a uno de ellos, el resto nadie sabía dónde estaban y tuvimos que
improvisar e ir cazando invitados por el patio, la magia de la radio es seguir
como si nada hubiera sucedido. Y por último, tener al frente del festival a una
persona que realmente ame lo que hace, que tenga experiencia, que tenga
contactos y sobre todo que no trate a Huelva como si fuéramos analfabetos y nos
estuviera haciendo un favor, que no nos mire por encima del hombro y que no
piense que el festival es suyo y puede hacer con él lo que le da la gana. Me
parece perfecto que este evento tenga patrocinadores, pero no que ninguna
empresa quiera hacer dinero con el festival como si fuera un producto comercial,
todas las ganancias deben revertir la siguiente edición y esto es solo
responsabilidad de los patronos que no son capaces de ejercer un férreo control
del dinero de los ciudadanos.
Un ejemplo de esta actitud fue la
espantosa gala de clausura donde el mal gusto estuvo a la altura con un guión
en el que las presentadoras pedían a los políticos presentes en la gala que
dejaran trabajar al director, el peor número musical posible, los malos presentadores
y unos premios a los que les han puesto
los apellidos de las empresas colaboradoras, lo que convirtió la gala en un
carrusel de anuncios publicitarios donde los colones entregados parecían no significar
nada.
Podría seguir y seguir,
seguramente acabaría llorando y no quiero; nadie me ha escuchado en público
durante toda la semana que dura el festival nada contra él, he estado haciendo
lo que se hace en estas maravillosas ocasiones, ir al cine y ver películas junto
a cientos de espectadores diariamente. Tal y como hice el año pasado aquí El festival, esta es
mi versión de lo sucedido una vez finalizado. Quiero, espero, deseo y sueño con
que el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva cumpla muchos años más. Sigo a
su disposición total para lo que pueda aportar y me consta que no soy la única,
somos muchos y muchas a los que nos encantaría sumar en el festival. Pero la
edición número 42 no puede esperar, si no se está trabajando en ella ya,
tardando se está.
Vuelvo al principio. Una vez mi padre estuvo 12 días en coma. Hoy sigue vivo. Dos años de coma para el festival son suficientes para hacerlo resucitar. Porque toda la vida es cine y los sueños, cine son.