miércoles, 29 de marzo de 2017

De aeropuertos y ladrones

Para Ingrid e Inma, por el calor y el disfrute.

Los aeropuertos son lugares que me apasionan. Son el mundo entero concentrado en unos metros, basta entrar en ellos para saber que ya estás en otros lugares, porque en ellos habitan personas de muchas nacionalidades, razas, religiones.

Hay días en que también hay mucha seguridad, como esta última vez que he viajado, el día siguiente del atentado en Londres y era la primera vez que presenciaba un minuto de silencio por las víctimas en un lugar así. Sigue habiendo un muy molesto y desde mi punto de vista, innecesario control de pasajeros; no es posible que sigamos teniendo que descalzarnos para poder acceder al avión.

A veces esos vuelos salen con retraso, como esta última vez que he viajado y entonces te dan un vale para que tomes un refrigerio, y en ese espacio de tiempo es cuando aprovechas para observar más detenidamente a tu alrededor, charlar con quien está al lado con esa mirada cómplice de quienes empiezan a estar enfadados por la demora, ir al baño, comprar un periódico y leerlo, sacar el libro que llevas en la maleta o mirar el móvil, esto último la mayoría.

He de confesar que en los móviles ahora está parte de la utilidad, como esta última vez que he viajado, en la que he interpelado a la compañía a través de la red social Twitter sobre el retraso del vuelo y han respondido amable e inmediatamente pidiendo disculpas y anunciando una nueva hora de salida y han cumplido la palabra dada en la disculpa.

Cuando hemos empezado a volar, el piloto se disculpado por la demora hasta tres veces y ha explicado la causa; el primer vuelo que ha hecho el avión por la mañana hacia A Coruña ha sido alcanzado por un rayo como consecuencia del temporal  desatado ese día y había que revisar posibles daños en el aparato antes de volver a volar. Las disculpas me han sabido a la satisfacción de poder decir "que me parta un rayo" y vivir para contarlo.

Postdata que nunca pensé contar; el trayecto de A Coruña a Vigo lo hice en tren, apenas dura una hora y veinte minutos, tiene paisajes bonitos, es bastante cómodo y no muy seguro. Me robaron la maleta. Sí, incluso haciendo lo correcto que es poner la maleta en el portamaletas habilitado para ello, se la llevaron y me dejaron compuesta y con lo puesto.

No había nada de valor en la maleta, entendiendo por valor algo que quien la robara pudiera sacar algún dinero; cuatro camisetas, ropa interior (incluyendo mi sujetador favorito), una falda, una botas de deporte, las gafas de ver cuando me quito las lentillas, un cargador de móvil, las cosas de aseo y un libro. Un libro de setecientas páginas que estaba leyendo e iba por la mitad, El Salvaje del mexicano Guillermo Arriaga (a ver si el ladrón o ladrona tiene huevos u ovarios para leerlo y aprende a ser mejor persona). Me sentí totalmente desamparada; he de contar que el personal de Renfe fue muy amable, tanto que al día siguiente la revisora me llamó para saber como estaban mis ánimos; la maleta nunca apareció.

Como la vida está llena de buenas personas, las amigas con las que iba a encontrarme enseguida me abrazaron, me vistieron y me calzaron; lo que más eché de menos fue la colonia, ese olor personal que cuando te lo pones hace que te sientas protegida y a salvo de todo, o casi.

He disfrutado tanto del viaje, que no he recordado el robo hasta que al volver a casa he tenido que narrar lo sucedido. La ciudad de Vigo, que como todas las ciudades portuarias que visito, se cuelan en mi corazón a las primeras de cambio, es una ciudad manejable, amable, bonita. Los alrededores que visité son lugares que van conformando la historia de esa provincia, castros, pazos, faros, puertos, piedras, océanos, iglesias y monasterios. Por no hablar de la comida ¡qué barbaridad, qué bien se come y qué buenos precios! Y la amabilidad de quienes se dedican a la restauración, no pides un café que no te sirvan con uno o varios dulces por el mismo precio.

Y hablando de monasterios os voy a contar la anécdota del viaje; el viernes por la tarde pasamos por Oia que tiene un monasterio del siglo doce que está frente al mar resultando una imagen y un encuentro extraordinario que sólo puede ser visitado cuando hay misa, así que preguntamos a una señora a qué horas era y cuando nos dijo que a las siete de la tarde seguimos camino con la intención de volver a esa hora para poder entrar. Y así lo hicimos, llegamos siete minutos antes del inicio de la misa y los pocos habitantes del pueblo iban entrando tranquilamente en el templo, cuando parecía que estaban todos dentro, nosotras decidimos salir para no molestar el oficio y cual no sería nuestra sorpresa al dirigirnos a la salida y ver que había una señora cagando a escasos metros de la puerta de entrada, ella no parecía incomoda mientras nosotras no salíamos del asombro; con toda naturalidad la señora se limpió y entró en el monasterio a escuchar la misa. Nos reímos mucho en ese momento y luego al contarlo; no te puedes cagar en Dios, pero te puedes cagar en la puerta de su casa. Amén.


Plaza de la Iglesia

Museo de Arte Contemporáneo

Castro

Castr

Librería en Vigo

Plaza de Portugal

Monasterio de Oia

Pazo de Castrelos

Combarros

Combarros

O Grove

Cabo Home
Lacón, orejas, tortilla y vinos en OPorco

Zamburiñas en Combarros
Inma, Ingrid y yo

Postre de torta de Santiago

Nécoras en Amina

























jueves, 9 de marzo de 2017

Los días agridulces

Ayer y hoy.

Ayer, 8 de marzo, un año más celebramos el día de la mujer (trabajadora) que aún no sé porque ha desaparecido el adjetivo y todo apuntaba que no iba a ser un día más de un año más y así fue. 

Porque la convocatoria de este año no era como la de otros años. No voy a contar porqué se celebra este día, al que un día le quitaron el adjetivo Trabajadora sin saber muy bien la razón, porque doy por hecho que es sabido y si no es así, la información está al alcance de todas y todos. 

Una de las cosas que me llamó la atención ayer fue el enojo de muchas mujeres al ser felicitadas respondiendo que no querían serlo, que no había nada que celebrar que es un día para reivindicar. Y no puedo estar más en desacuerdo en lo de no ser felicitadas; somos mujeres trabajadoras y lo somos porque un día de principios del siglo veinte 120 mujeres murieron abrasadas en una fábrica textil en la que estaban en huelga para pedir muchos de los derechos de los que disfrutamos ahora, así que sí, sólo por respeto a esas 120 mujeres debemos ser felicitadas y revindicadas, que no está reñida una cosa con la otra. Por esa regla de tres nadie podría felicitar el día del padre porque somos millones quienes hemos perdido al nuestro, ni el día de la madre porque hay millones que han perdido a la suya, nadie podría felicitar al colectivo Lgtb por lo conseguido porque aún hay quien no sale del armario y así otros días reivindicativos. A mi me gusta ser felicitada y me gusta felicitar a otras mujeres que veo trabajando porque me reconozco en ellas. Y por respeto a todas las mujeres muertas para mejorar nuestras vidas.

Lo que pienso que no hemos sido capaz de explicar bien es porqué este año el 8 de marzo era diferente; la diferencia la marcaba la convocatoria de huelga internacional de mujeres convocada por los movimientos feministas de muchos países, en unos lugares fue una huelga normal de 24 horas y otros se convocaron paros simbólicos de media hora, como sucedió aquí en España. Y creo que no los supimos explicar porque no se trataba de que los hombres se solidarizaran con las mujeres parando también, se trataba de que los hombres se solidarizaran con las mujeres que paramos haciendo las tareas que normalmente hacemos las mujeres en la calle y en casa y no lo explicamos bien.

Y en los lugares de trabajo tampoco se entendió bien, en el que yo trabajo, de hecho, fue un acto bastante lamentable en el que lo importante era hacer la foto y leer el comunicado más desangelado y vacío que yo he escuchado en mucho, y una vez terminada la lectura apenas seis compañeras nos quedamos secundando el paro. En otros lugares algún jefe le pidió a una trabajadora que se quedara de guardia porque era él quien iba a hacer el paro de manera solidaria y hasta ha habido quien ha querido descontar esa media hora de la nómina de la trabajadora. 

Todo bien en la idea, nos falta la pedagogía, porque, amigas y amigos, una huelga de mujeres de verdad sería un movimiento sísmico de consecuencias incalculables, hagámoslo y cambiemos el mundo.

Lo mejor, las muy numerosas manifestaciones en todas las ciudades, las más numerosas de los últimos años con gran presencia de jóvenes y eso es esperanzador.

Hoy, 9 de marzo, jornada de huelga en la educación pública. Hasta el día de hoy he hecho todas las huelgas que se han convocado en la educación pública desde que trabajo en la universidad, todas, que si no cuento mal han sido cuatro en la legislatura de Mariano Rajoy.

La de hoy no y esa decisión me tiene el alma partida en dos. Como siempre me han parecido inverosímiles las razones que se esgrimen para no hacer huelga no usaré ninguna; no he hecho huelga porque no me ha dado la gana de hacerla. Ahora, si me preguntas porque no me ha dado la gana de hacerla, te diré que por desinformación, no es que no sepa los motivos que hay para la huelga, los conozco todos, porque muchos de ellos los vivo día a día, quizás no debería llamarlo desinformación y si llamarlo desinterés. En mi lugar de trabajo ningún representante sindical (y los hay) ha informado sobre la huelga, tampoco ha venido ningún colectivo a explicarnos las razones de la huelga, no ha habido una asamblea de trabajadores en la que se nos haya explicado las razones para la huelga, yo supe de la huelga porque vi un cartel y vi las redes sociales, nada más.

Y para no repetirme por lo dicho más arriba, todo bien en la idea de la huelga educativa, pero mal la pedagogía ¡qué redundancia cuando hablamos de educación! La mayoría de las personas no son conscientes del daño que se está haciendo a la educación de todos los niveles, desde todas las administraciones y lo importante que es atajar este daño, porque es el presente, no ya el futuro lo que está en juego, el de vuestros hijos, que yo de eso no uso.

Hay todas las razones para hacer huelga, pero solo es posible que una huelga sea efectiva si es seguida de manera masiva, si el seguimiento es escaso ni siquiera los propios convocantes se podrán respetar y será difícil volver a convocar. Hay quien dice que el tiempo de las huelgas ha pasado y que así no se consigue nada, nada más lejos de la realidad, pero podemos seguir instalados en nuestra comodidad que ya vendrán otros detrás.

Ojalá la huelga haya sido un éxito. No haber participado de ella no me ha hecho feliz, esa es la realidad, aunque no me reprocho nada, si me muriera mañana lo haría con la tranquilidad de haber peleado para dejar un mundo mejor, casi toda mi vida.Y así son los días agridulces, pequeñas victorias y grandes derrotas.