lunes, 17 de abril de 2017

Enrique y las señales


Hace unos días Enrique García Bolaños me invito a presentar su segundo libro de poemas y lo hicimos, lo pasamos muy bien, lo disfrutamos muchos, antes lo habíamos sufrido un poco y creo que repartimos alegría con las palabras; algunas personas me han preguntado que dije en la presentación, esto fue lo que conté. Espero que os animéis a comprar y disfrutar el libro.


He venido a confirmar que Enrique García Bolaños es un valiente, como lo demuestra el hecho de que me haya invitado a presentar su libro de poemas.

A mí, que nada sé de poesía ni de muchas otras cosas de la vida; tampoco es que sea una lectora habitual de este género, es más, a veces la detesto, sobre todo la poesía de autoayuda que tanto invade nuestros espacios virtuales últimamente en Huelva, en Andalucía, en España y la humanidad.

Si soy capaz de distinguir la poesía mala de la buena porque creo que la poesía sólo es buena si es útil. Más Enrique no es solo valiente por esto.

Lo es además porque siempre se espera que los poetas vengan de las letras y Enrique viene de la ingeniería, que así es como se hacen los dúos famosos, noche y día, blanco y negro, Sergio y Estibaliz.

A mi me parece que es un escritor valiente porque para escribir este libro ha sobrevivido a la guerra, a veces sucia y de baja intensidad (la peor de las intensidades) entre editoriales, a la misma guerra entre subpoetas, propoetas y postpoetas, misma guerra entre personas cultivadas, personas culturetas y personas postureantes, a la oficialidad cultural correcta, que a veces es un collar que todo lo atrapa y lo desdibuja.

Y sobre todo ha sobrevivido al desamor, y creédme si os digo que el desamor es mejor para la supervivencia que el amor, porque el desamor nos obliga a desdoblarnos y desandar mucho de lo andado; por eso sus poemas en Señales nadan a contracorriente y se instalan en la realidad huyendo de la posverdad.

Porque si bien es cierto que toda persona que escribe se convierte en escritora, hacerlo no la convierte en buena; un buen escritor (en este caso) es quien escribe sabiendo usar las palabras, palabras que en Señales se convierten en declaraciones de amor, en rebeldías, en noticias, en resistencias, en radiografías en sentencias, en alegatos, en acusaciones, en música, lugares comunes que han de servir para reconocerse.

Entre las Señales en que yo me he reconocido están Boetticher y Navarro, O fortuna, Plus Ultra, Los flamencos, La recuperación y la grieta y en cada uno por causas distintas, aunque todos me han enseñado algo de mi que no veía, algo que no entendía e incluso algo que me había pasado desapercibido.

Enrique es un lector avezado, no en vano lo hace desde muy pequeño y eso se nota y se siente, y es un escritor muy joven, demasiado joven para escribir las cosas que escribe, como dijeron una vez de Luis García Montero; abro paréntesis, y muy guapo, cierro paréntesis y en sus Señales hay muchas de estas, de buen observador y narrador de la vida; yo, además de que siga escribiendo, le pido que no caiga en el malditismo, que hoy por hoy es la mejor manera de ser políticamente correcto en la literatura, que sea natural, que es hoy por hoy la mejor manera de ser subversivo, aunque doy por hecho que él sabrá lo que ser y cómo.

Llegando al final he de decir que tan solo me preocupa que este retrato haya gustado a la madre de Enrique, Mari Carmen, porque entonces sabré que todo está bien.

Enrique y yo en la presentación


El público generoso llenó la sala 

El momento para el que un escritor escribe, los lectores

El autor y su voz