lunes, 20 de noviembre de 2017

En el camino y qué bien


"Me alegro de veros, este es vuestro festival, vuestro festival", de esta manera se dirigió a mi amiga Begoña y a mí, un conocido en la gala inaugural del recién finalizado Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.

Y aunque no deja de ser halagador, no, este no es nuestro festival, es el festival de Huelva y provincia, que no son pocas las personas de los pueblos más cercanos que se acercan a las salas. Es el festival de todas y de todos, desde la más temprana edad hasta la mayor.

No soy de esconder mis emociones, así que puedo decir que este año, durante el festival, he sido muy feliz, más que en los últimos años. He disfrutado. Supongo que es la sensación de que estamos de nuevo en el camino que nos lleve a seguir cumpliendo años, porque eso significará que sigue habiendo películas para concursar y películas para ver.

Pero no quiero perder perspectiva, merecemos más. Merecemos más películas, merecemos más recursos económicos, merecemos más visitas de todas las personas relacionadas con el cine en Iberoamérica, merecemos más salas, merecemos más encuentros que elaboren proyectos de futuro. Y necesitamos que todos los trabajadores y todas las trabajadoras del festival tengan unos salarios dignos y que el equipo que lo saca adelante, con el director, Manuel H. Martín a la cabeza, sea un equipo continuo que trabaje todo el año, sólo así podremos conseguir un festival mejor, porque es el que nos merecemos. 

Y en esta no perdida de perspectiva, quiero decir que si hay una manifestación cultural que desde hace cuarenta y tres años, festeja como se merece el encuentro entre dos mundos, esa es el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y es hora de pasar de los dichos a los hechos. Hay que seguir apostando por este puente que une más que separa a uno y otro lado del océano.

Podría contaros que después de muchos años he visto el patio de butacas del Gran Teatro lleno a diario en las funciones de la tarde; que también hay publico que ha decidido asistir a los pases de prensa en la mañana; que he visto colas en la taquilla, que he visto retrasos en el inicio de las películas porque había que esperar que última persona que formaba parte de esa cola tuviera su entrada; que, al menos en dos ocasiones, sin contar apertura y clausura he visto el palacio de congresos repleto de espectadores; que también ha tenido mucho público el homenaje a Federico Luppi, yo misma he estado sentada en la sección Nuevos Realizadores a las 17 horas viendo películas y documentales rodeada de decenas de personas. Que la proyección de cortos a horas en las que solo apetece dormir siesta, estaba casi llena.

Os cuento, de hecho, que congregar el festival en torno al Gran Teatro y la Casa Colón es un pleno acierto porque las calles se sentían vivas a horas en que ya no es habitual; que algunos días no ha sido fácil encontrar un lugar con disponibilidad para almorzar y/o cenar; que es increíble encontrar corrillos al terminar las películas donde cada quien dice lo que piensa de ella sintiéndose parte de un momento especial; que una se hincha de orgullo cuando escucha Huelva en los programas culturales de España e Iberoamérica, tanto de radio, televisión y prensa escrita y digital. 

Que ha sido maravilloso encontrarse por las calles con Lucía Carrera, una directora mexicana que ya merece un título de hija adoptiva de Huelva y que este año ha sido presidenta del jurado; con Desiree Reyes (Productora de Luis) y Amelia del Mar Hernández (productora y guionista de El hombre que cuida) con su maravilloso acento dominicano y la sonrisa de agradecimiento que les llegaba hasta los ojos, con Jorge Marrale, protagonista de Maracaibo que nos contó las ganas que tenía de volver desde que estuvo en una edición anterior con otra película; con un premio Ciudad de Huelva, Dario Grandinetti que se ha sentido como en casa (literal); con el musical acento brasileño de Elis, con las lenguas indígenas de México en Sueños en otro idioma, con el mexicano moderno de Cuando los hijos  regresan (para mi gusto lo más flojo de la sección a concurso), con Los Perros chilenos que aullan muchos años después de finalizada la dictadura, con la soledad desgarrada de El Pampero (que es un viento y no sólo una región), menos solitaria porque tuvimos a su protagonista César Troncoos, con la música de Los Bravos, con la emoción y el orgullo de un Federico García Lorca inmenso como pocas veces en Luna Grande: un tango por Lorca. 

Dejo un espacio especial para La novia del desierto, que ha sido la gran triunfadora del festival, una película dirigidas por dos mujeres (Cecilia Atán y Valeria Pivato) que habla de mujeres y de libertad. Una estupenda película que en sólo setenta y ocho minutos nos explica porque estamos en el tiempo de las mujeres. En el tiempo de las mujeres libres.

Quiero también contaros que todas estas personas traen sus películas a nuestro festival con la misma ilusión que quienes van a la gala de los Oscar (no estoy exagerando), es hablando con ellas que te das cuenta de la puerta de entrada tan grande que es Huelva para que el cine iberoamericano entre en Europa.

De la misma manera os digo que me habría encantado tener tiempo para ver más películas y documentales, para asistir a las actividades de Cine y Valores, que este año ha estado especialmente dedicado a las mujeres realizadoras, directoras y productoras, a los cursos de formación. Me habría encantado volver a uno de los pases en la cárcel de Huelva, solo este hecho de llevar el cine hasta allá, justifica el festival. Y muchas otras cosas que se hacen durante una semana, pero una no se puede, no ya multiplicar, sino dividir.

Porque detesto a quienes hablan de oídas y sin saber, y entrando en un terreno más personal, os cuento que como acreditada y miembro del jurado de Radio Exterior de España, que otorga un premio a la película que mejor representa la realidad latinoamericana, he usado mi acreditación para ver las películas de la sección oficial a concurso; el resto de las películas y documentales que he visto ha sido abonando los tres euros que cuesta la entrada, porque yo creo que la cultura es un derecho humano, y creo que la cultura no debe ser gratis, porque la cultura también es una industria con personas que por su trabajo han de comer y vivir con dignidad.

Me gustaría decir a estas personas que antes de seguir criticando y/o cuestionando el festival sin pasar por él, lo visiten, siempre es mejor hablar con conocimiento de causa. Me gustaría decir también que hay muchas cosas que mejorar, muchas que pulir y algunas que cambiar, pero se hace camino al andar.

Que, en contra de los buenos deseos de algunas personas que me aprecian, yo no quiero trabajar en la organización del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, que no quiero ser asesora del festival. Que yo ya formo parte del festival como espectadora y lo que quiero es seguir viendo muchas películas durante una semana al año en el mes de noviembre. 

Que si un mal festival lo hacen malas personas, un buen festival lo hacen buenas personas, y estas personas son Manuel H. Martín, Nacho Vázquez, Andrés Martín Cejudo, Rafa López, Manolo Bayón, y muchos y muchas más cuyos nombres desconozco, pero quiero que sepáis que conozco vuestras caras y quiero daros las gracias más humildes y grandes del mundo, porque a veces las personas no pasamos un buen momento y vosotros y vosotras habéis hecho fácil lo difícil. Gracias. 

Por último, quiero que sepáis que algunas de estas personas son amigas mías y que a otras solo las veo una vez al año, que para eso sirve el festival, para encontrarnos. Esto somos y es un orgullo.




lunes, 6 de noviembre de 2017

Qué desasosiego. Qué tristeza


A quien corresponda.

Qué desasosiego. Qué tristeza. Qué angustia. Qué dolor. Qué desazón. Qué rabia. Qué pena. Qué miedo. Qué mal todo, todo. Y así es más o menos como me siento últimamente (que ya va para el tercer mes). Creo que no soy la única en sentirse así, me consta que hay más personas sintiéndose igual y no sé si decirlo en voz alta va a cambiar algo.

Cataluña, sí. Cataluña y España.

Cuándo parece que llega la (relativa) calma, siempre hay quien da un nuevo paso hacia el abismo y no parece que vaya a imperar la cordura. Y doy mi palabra de honor que lo he intentado todo, reírme del problema, haciendo caso de lo de "defender la alegría como una trinchera" que nos legó Benedetti; hacer como si nada sucediera (el oasis de las lejanas vacaciones lejanas), no ver informativos, no escuchar radio, no mirar redes sociales, leer mucho, ver series (y yo nunca he sido seriéfila), caminar oyendo música, eludir el tema, hacer como que no importa.

Es imposible. No hay manera de mantenerse al margen y no es que no tenga un opinión formada, que la tengo, y sé que no gusta ni a unos ni a otros, es lo que ahora llaman equidistancia y yo llamo lucidez, aunque eso sea lo de menos. Lo que de verdad me parte el alma y me tiene en este estado es el daño que todo esto está causando; hay catalanes enfrentados con catalanes y hay catalanes enfrentados con españoles y la brecha que este enfrentamiento está abriendo es cada vez mayor y cada vez más difícil de cerrar y así va a ser casi imposible volver a vivir con normalidad.

Estoy cansada, profundamente cansada, casi derrotada. No tenéis ningún derecho a hacernos esto, ninguno, ni unos ni otros. Se supone que hacer política consiste en mejorar las vida de las personas mediante el ejercicio honesto de la función pública y a estas alturas eso no está sucediendo. Os falta empatía y responsabilidad; os sobran intereses bastardos y mala leche. Y honestidad, sobre todo os falta honestidad. Pagaremos un precio muy alto como país por todo esto y las secuelas serán terribles, hay heridas que se curan, y hay heridas que profundizan, tanto que te amputan un órgano o te mueres, y esa responsabilidad tiene nombres y apellidos. 

Soy una persona conocida por no tener miedo de nada, aunque si los tengo, lo que no he tenido en mi vida ha sido rencor, pero no sé si voy a ser capaz de perdonar a quienes han hecho que mi madre me llame asustada y me diga que tiene mucho miedo con lo que está sucediendo. Mi madre no ha tenido una vida fácil, es por eso que se me hace más difícil perdonar este miedo que le estáis causando. Y que yo también siento a ratos, porque nada indica que esto vaya a mejorar; de hecho estoy convencida que nos va a convertir en un peor país. Y a veces cuesta respirar.

Todo está emponzoñado, tanto que hasta las palabras las estáis ensuciando, unos y otros, sabiendo que las palabras hieren, las mentiras también. Y la mediocridad apesta, hasta personas a las que yo suponía un poco sentido común, a las que restaba, han renunciado a hacer pedagogía y van a lo fácil, qué desilusión. Ni unos, no otros aceptáis opiniones diferentes y que sumen, sólo queréis restar e imponer vuestro criterio. os ofendéis por estupideces, por un "quítame allá esta patria" convirtiendo el espacio en un estercolero.

Fui una de esas miles de personas que el sábado siete de octubre salió a la calle a deciros "parlem, hablemos" cosa que ignorasteis, los unos y los otros; así que dejad de darnos lecciones desde vuestras atalayas políticas, morales, judiciales e intelectuales, somos muchos y muchas y somos capaces de pensar sin doctirnas, de encontrarnos y reconocernos en la preocupación y en el intentar ves más allá. De deciros que el destrozo es enorme y nos afecta todas y a todos. Bajad a la calle y hablad con quienes no os bailan el agua, calculo que seremos unos cuarenta millones quienes os observamos con mucha preocupación. Dejad de pervertir las palabras y de adueñaros de su significado.

Mientras siguen sucediendo cosas, cosas que nos vuelven a quitar derechos y respeto. En España, en el mundo, todo eso que hay más allá de vuestro ombligo patriótico, sea cual sea la patria física que defendáis en este momento. Todos los días me digo "qué bueno que no tengo hijos a quienes dejarle tanta mierda", al momento me digo "qué pena tener sobrinos y tener que dejarle esta mierda".

En ese casi derrotada albergo la esperanza de que este conflicto se vaya solucionando; este país, con mucho dolor y mucha generosidad ha superado un terrible conflicto con una banda armada, quizás porque había personas capacitadas para llevar a buen puerto el final. Ahora también las hay, pero apenas las veremos y mucho menos las escucharemos, hay demasiado interés en que siga habiendo ruido.

En ese casi derrotada sé que somos muchas y muchos y esa es mi esperanza. Para que no queden dudas, quiero que Cataluña sea parte de España, para que seamos un país mejor después de todo esto.